MI VIDA EN STUTTGART

miércoles, 27 de julio de 2011

Miércoles 27 de julio


Hace unos días, fui al cine con mi amiga Vero. 

El cine era en sí toda una experiencia (me refiero al espacio físico). Yo iba feliz. La peli en cuestión era una especie de documental sobre Pina Bausch. Linda ella. La conocen? Es una bailarina alemana y la más grande coreógrafa de danza contemporánea de este siglo y del pasado.

Eso ya era para ir feliz, pero cuando vi el cine… guuuaaaauuuuuuuu… como que yo ya estaba acostumbrada a las grandes y modernas salas de los cines capitalinos, se me había borrado del disco duro que alguna vez existieron cines como el Continental, donde vi el rotativo de Fiebre de amor y Ya nunca más de Luis Miguel o el Gran Palace, con la Sociedad de los poetas muertos y su Carpe Diem tan manoseado por allá en los comienzos de los 90’.  A lo más recordaba el Normandie y sus películas de culto. El biógrafo admito que no lo conozco.

Pero este cine del otro día era como de otra época. Era pequeño, me atrevo a decir que no más de 100 personas cabrían sentadas. Los filas de asientos bien separadas unas de otras y con una especie de barra de madera en frente a los asientos donde uno podía poner lo que compraba en el pequeño bar que estaba al final de la sala. Sobre la barra habían unas mini lámparas, nunca las prendimos, no sé si funcionaban. No habían grandes vasos de palomitas de maíz o vasos de bebidas multinacionales con su bombilla. Galletas, maní, papas fritas y chocolates y para beber cervezas, copas de vino y otros cocktailes que te llevaban tu puesto. Los asientos tenían una tela suave, a tono con toda la sala. Todo en café y colores tierra. Unas lámparas como de casa antigua de Ñuñoa en lo alto de las paredes y la música de fondo era como de los años 50’. 

Era el escenario perfecto para la peli de Pina Bausch, fue toda una experiencia ir a ese cine.  Además que ver pedacitos de los montajes de Pina  en el cine es casi como estar viéndolos en directo. Y con ella uno no puede permanecer indiferente.

Pina Bausch representa para mi la belleza hecha arte. Sólo he visto uno de sus montajes y al final, cuando éste terminó y había que aplaudir, yo figuraba de pie en el Teatro Municipal de Stgo., aplaudiendo a rabiar, con el alma suspendida, emocionada un montón… nunca había visto algo tan hermoso como ese montaje… todos mis sentidos estaban conmovidos, no podía dejar de aplaudir porque ni siquiera podía decir una palabra, era una reacción natural de mi cuerpo a lo que había visto, totalmente visceral. Sentía que si dejaba de aplaudir me iba a largar a llorar a mares.

Esa vez salí feliz del teatro. Y ahora me sentía igual saliendo del cine. Era una película preciosa. El cine era precioso. A la salida llovía y con mi amiga Vero caminamos a tomar un taxi. Yo ya veía que salía Gene Kelly y nos cantaba “Singing in the rain”. Pucha que estaba feliz…

Y es que todo había sido una experiencia muy placentera.

Se han fijado que cuando uno ve una obra de arte, en cualquiera de sus manifestaciones, o un personaje en una obra de teatro o en una película y está bien hecho, a uno le encanta? Pensemos, por ejemplo, en un jorobado. Si vemos que el  personaje está caracterizado a medias y se le ven las hilachas, uno como que no le compra nada al actor, y hasta le decimos “el mono” en vez de personaje. Pero si el “mono” está muy bien caracterizado, al punto que uno llega a preguntarse ¿es un jorobado de verdad? Uno dice ooohhh qué bueno el actor!!  Díganme si eso que se siente al ver algo bien hecho, no es una sensación placentera?... bueno, ése es el placer del que hablaba Aristóteles en su libro Poética, es el placer estético. Se los presento si no lo conocían.

Ah! Yo adoro sentir ese placer… y ese día en el cine todo confabuló para extasiarme de placer estético.

La sensación de felicidad en mi interior me duró un par de días…