MI VIDA EN STUTTGART

miércoles, 28 de marzo de 2012

Esa palabra llamada DISCRIMINACIÓN...


Hace como poco más de un mes atrás fui testigo de una escena infantil que me dejó con lágrimas en los ojos. Tres niñas rubias como el sol le gritaban a todo pulmón a un niño, de la misma edad más menos, que estaba al otro lado de la acera y que respondía con igual fuerza. De lejos sólo escuchaba gritos, pero cuando llegué a mi coincidió que ellos justo se pararon a “discutir” ahí, y mientras hacía todo el ritual de entrada, que toma unos cuantos minutos con la Libe, paré la oreja para entender qué era lo que se gritaban. 

“Los turcos son unos flojos, los alemanes somos muchos mejores, deberías irte a tu país, extranjero…” ese era el calibre de lo que las niñitas le gritaban al niño.  El niño en cuestión se defendía con el alma, gritaba desde sus vísceras, con una pasión que me apretó el corazón, desde la inocencia que se puede tener a los 8 o 9 años (no tenían más que eso) él respondía “en Turquía 15 euros de acá valen 20, allá el dinero vale muchos más que acá y yo nací en Alemania, no soy extranjero…”

Y siguieron caminando, gritándose, las niñitas con un desprecio feroz y el niño defendiéndose como león. Yo tomé a la Libe de la mano, me sequé las lágrimas y me entré a mi casa. Sólo pensaba que ésa era una razón suficiente para no quedarme en este país.  Y si quienes no entienden por qué no nos quedamos acá, teniendo tantas posibilidades, bueno, sólo les digo que jamás expondré a mi hija a una escena como esta. Ella siempre será extranjera acá y frente a eso y la posibilidad de que sea ella la que un día tenga que decir que la plata en Chile vale más que en Alemania, para mi no hay calidad de vida que valga la pena, no tengo energía para ser extranjera toda mi vida…

Por qué les cuento esto?? Me costó hacerlo, esta escena me dejó mal, pero ahora viendo todo lo que pasa en Chile con Daniel Zamudio, no puedo dejar de pensar en la palabra “DISCRIMINACIÓN”, en lo manipulada que ha sido por el lamentable final que tuvo ese joven.

Cuánto va a durar esta vez este reality en las redes sociales? De qué sirve que ahora todo el mundo diga que está en contra de la discriminación, si es una realidad que es pan de cada día en nuestro país.  Pensemos un poco no más en cómo somos cada día…

Cuántos usan la palabra mongólico para burlarse de otra persona cuando ésta tiene un actuar errático?

Cuántos usan el estacionamiento para personas con movilidad reducida o para embarazadas sin importarle un carajo?

Cuántos le dan la pasada a una embarazada en una fila en el supermercado, en el banco?

Cuántos nos hemos hecho los tontos cuando vamos en la micro o en el metro y no hemos dado el asiento a un adulto mayor o una mujer con su bebé en brazos?

Cuántos no hemos cruzado la calle si vemos que viene “un flaite” por nuestra vereda?

Cuántos dan plata a la teletón, dejan tranquila su conciencia y después usan a destajo la palabra discapacitado  o peor aun “enfermito” para referirse a las personas diferentes?

Cuántos responden “si esos niños son tan tiernos”, cuando alguien les habla de una persona con Síndrome de Down, aunque esa persona tenga 40 años?

Cuántos  hablamos de fachos hueones o comunistas come guaguas, para referirnos a los que tienen una opinión política diferente a la nuestra?

Cuántos nos hemos reído o burlado que alguien que viste diferente en la calle?

Cuántos de nosotros no hemos hecho bromas a alguien por su sobrepeso, porque pronuncia la ch como “sh”, porque tartamudea, porque es muy flaco/a, porque tiene una nariz grande, una boca grande?

La tolerancia no pasa sólo por aceptar una orientación sexual diferente a la que tiene una gran mayoría, creo yo. Para mi, la tolerancia es una actitud de vida, de la que debemos estar pendientes siempre hasta que se haga parte de nuestra vida, nos salga de manera natural y seamos capaces de contagiarla. No sólo con los que piensan como yo, sino también con aquellos que están en el polo opuesto.  Yo lo intento hace 18 años y créanme que no ha sido fácil… duele, y mucho. Mi hermana Amanda me ha enseñado que hay que intentarlo siempre. Cuando uno se esfuerza por ser tolerante, nos enfrentamos también  con nuestros prejuicios más arraigados y eso puede que no nos guste, claro que duele más ser discriminado y duele mucho más que discriminen a un ser querido. 

Me duele lo que le pasó a Daniel Zamudio, me da rabia e impotencia, pero no es el único, han habido muchos más que no han sido tan mediáticos. Hay muchos seres humanos que vemos día a día y llevan en silencio su dolor por nuestras actitudes.  

Yo tengo una hermana con habilidades intelectuales diferentes, de ahí surge mi trinchera para tratar de hacer de la sociedad un espacio más amable donde pueda vivir mi hermana. También tengo varios amigos homosexuales a los que adoro. Ahora soy extranjera y esto me ha sensibilizado frente a la realidad de un extranjero. Todos tenemos una experiencia de vida que nos mueve frente a una realidad que muchos no conocen.  

Es muy triste que Chile aprenda a punta de tragedias, ojalá no hayan más  personas como Daniel o como sus asesinos. Quizá este es un buen momento para reflexionar sobre esa palabra llamada discriminación e intentar generar cambios de mentalidad a nuestro alrededor... o de aceptar solamente que el otro no opina como yo y eso no lo hace mala persona... pucha qué es difícil.

Nadie tiene la vida comprada, y quienes tenemos hijos no sabemos qué será de ellos en el futuro, esa es para mi una razón muy fuerte para esforzarme por criar seres humanos íntegros, empáticos y respetuosos de las diferencias,  con la menor cantidad de prejuicios posible (loco porque eso como que también puede ser prejuicio). Por mi hermana. Por Daniel, para que descanse en paz y su muerte no sea en vano.