MI VIDA EN STUTTGART

miércoles, 26 de enero de 2011

Miércoles 26 de enero


Empecé mis clases de alemán. Y entre las tareas del curso y la Libe, mi tiempo libre es un bien que se ha tornado excesivamente escaso. Si me hubiesen contado todo esto, no habría creído lo que cuesta ser mamá, estudiante y dueña de casa. Sin contar con que además estoy de inmigrante.
Pero lo bueno de todo esto es que ya estoy entendiendo las cosas que me dicen las abuelitas en el metro. Después que le hablan a la Libe, siempre viene un par de palabras para mi. Generalmente preguntas sobre la Libe. Qué edad tiene? Y yo pecho de paloma (por poder responder) digo elf monate. Claro que llego hasta ahí no más con la fluidez, porque cuando me hacen otra pregunta, que la mayoría de las veces no entiendo a la primera, tengo que lanzar la que fuera mi frase estrella por casi tres meses: Ich spreche keine Deutsche. Y les hago la seña de “un poquito”. Entonces las abuelitas me hablan lento y con señas y mi alemán al más puro estilo Tarzán, conversamos y siempre es sobre más menos lo mismo: cuánto tiempo llevo acá, por qué estoy acá, etc, mientras le hacen morisquetas a la Libe, la que se muere de la risa, no sé por qué le gustan tanto las abuelitas?.
Debo confesar que mi espíritu alegador es tal vez uno de los más damnificados por este tema del lenguaje. Acá en general no hay mucho de qué alegar. Salvo un par de ocasiones, la actitud de la gente es bien correcta.  Y lo digo porque pienso en situaciones sociales que en todos lados son tan típicas, como hacer una fila, subir a una micro o esperar el turno de atención cuando no hay regulación de por medio. En Chile siempre hay un colado o colada que quiere hacerse el pillo, ahorrar tiempo pasando a llevar a los demás.
Yo ilusamente creía que esas cosas acá no pasaban. Error. Les contaré una de ese “par de ocasiones”.
Hace como dos semanas atrás, con el Coso y la Libe fuimos a visitar una antena de televisión que tiene Stuttgart. La gracia de este atractivo es que es también un mirador. Entonces uno sube en un ascensor ultrarápido no sé cuántos pisos o metros, pero es muuuuuy alto y ve toda la ciudad en una hermosa panorámica. Es como si la torre Entel fuera turística y uno subiera a ver todo Santiago.
La cosa es que estábamos en la fila para subir al ascensor, cuando la Libe despierta y llora, y justo además avanza la fila. Yo no me moví altiro porque le abrí primero el saquito a la Libe. Entonces un tipo que estaba como dos personas más atrás llega y avanza y se pone delante de nosotros… plop!!
Me dio tanta rabia!!! Mi espíritu alegador emergió ipso facto pero de qué servía si el mal educado en cuestión no entendía ni jota lo que yo decía. Con el Coso nos miramos y obviamente entre nosotros alegamos, chi’ agradece que no hablo alemán chu….tum….. o si no… picante hay en todos lados, roto de mierda, en fin, una serie de cosas en buen chileno. Todo esto dicho en su espalda y evitando que la Libe escuchara, porque seré alegona pero para mi hija soy una dama.
Habas se cuecen en todos lados, de eso me he dado cuenta. Pero acá, aparte de esa anécdota y de otras cosillas pequeñas, la gente en general tiene una muy buena actitud cívica. Pucha, qué nos faltará en Chile para tener eso? Me lo pregunto todos los días…
Espérense que hable alemán y me pasen a llevar otra vez… pobre del que se atreva!!

lunes, 10 de enero de 2011

Lunes 10 de enero

Uf! Este año sí que me ha costado sentarme a escribir el blog. No por falta de cosas que contar, sino por la Libe, por Dios que está tomando casi casi todo mi tiempo, estando ella despierta prácticamente ya no puedo hacer nada que no sea estar pendiente de sus movimientos. Antes alcanzaba a cocinar, almorzar y otras cosas sin problemas. Ahora… todo a las carreritas. En este mismo instante, ella duerme y yo debería estar ordenando varias cosas que están fuera de su lugar o limpiando el baño, pero si no aprovecho de escribir, capaz que ya no lo haga quién sabe hasta cuándo!
Bueno, resulta que ya está como instaurado que el día viernes en la tarde es mi día libre. Eso significa que yo salgo sola y el Coso se queda con la Libe. Entonces todos los viernes, se podría decir, que me voy de farra. Y es que ahora como ya no doy pechuga, tengo chipe libre para tomarme unos copetitos.
Y ha sido toda una experiencia.
Salir a una calle llena de nieve es bien entrete, pero cuando bajo esa nieve se pone una capa de hielo, no lo es tanto porque se hace un poco difícil y peligroso caminar. Hay que estar pendiente de cada paso. O sea, yo tengo que estar pendiente de cada paso, la gente acá está más que acostumbrada a esta situación climática. Por qué lo digo? Porque cuando yo salgo en esas condiciones, tengo que caminar con las piernas un poco más abiertas, las rodillas un poco dobladas… se imaginan lo que parezco? Yo sí, parezco una vieja con los pantalones cagados caminando!!!
Pero yo miro a las abuelitas de acá y caminan de lo más normal. Qué plancha. Cuando me toca salir así, vuelco toda mi dignidad para salir lo más airosa que puedo de semejante trance.
Y a qué viene esto? A que el último jueves del año pasado, fue mi día libre. Claro porque acá el viernes 31 era feriado así que mi día libre fue el jueves 30. Y qué pasó? Que después de un año y 8 meses me tomé mi primer copete, una caipirinha. Seguí con un mai tai, que dejé a medias porque ya era hora de volver. Menos mal!!
Ese copete y medio igual hizo lo suyo. En realidad hizo más que lo suyo porque me dejó bien mareadita. No curada.  Pero sí con una sensación diferente en el cuerpo. Heavy! Si poh! Si yo antes podía tomar tranquila tres caipiras y no pasaba nada… ahora con una y media… pucha como nos cambia la vida oh!
El regreso a mi hogar fue una buena experiencia corporal para finalizar el año. Tuve que parar bien mis antenitas de vinil y echar mano a toda mi lucidez para manejar mi cuerpo en un resbaladizo pavimento cuesta arriba. Si en circunstancias normales parezco vieja con pantalones cagados, se imaginan qué parecía ahora? Oohhh! Por suerte que no había nadie en la calle, me habría muerto de plancha. Daba tres o cuatro pasos y  miraba para todos lados, chequeando que no hubiese espectador de tan complicado ascenso.
Fue un placer llegar a la esquina de mi casa, donde el camino se pone plano.  A esa altura ya se me había ido todo el efecto mareador del copete. Fue ardua la subida. Y me reía sola caminando los últimos metros antes de llegar a mi depto. Cómo sería el esfuerzo que hice por no darme un costalazo que llegué  a la casa y no tenía ni aliento a copete!!
Moraleja cara de arveja para el futuro: si va tomar, que no haya hielo en el camino!!

lunes, 3 de enero de 2011

Lunes 3 de enero


Hace 82 años nació mi abuela materna, se llamaba Amanda, pero yo le puse Mam. Así quedó para el resto de la familia, hasta el día de hoy.
Siempre me estoy acordando de ella. Cada vez que me pasa algo importante o cada vez que llego a un lugar nuevo que me emociona, ella está ahí conmigo. Entre mis recuerdos de infancia  ocupa un lugar muy importante.
Recuerdo que cuando me dio paperas, me quedé en su casa. Debo haber tenido unos tres años. Tengo una imagen clarísima: yo jugaba con los calquitos (unas hojas que traían calcomanías con paisajes para que uno pegara como quisiera) acostada en la cama de la Mam y ella me hacía jugo de naranja. También recuerdo cuando me enseñó a tejer con unos clavitos y un poco de lana. Ella me urdía unos puntos y yo los tejía hasta que el montoncito de lana se acababa, desarmaba todo y ella empezaba otra vez a urdir. La lana era amarillo pato.
Me enseñó a rezar el Padre nuestro y el Ave María. Me enseñó a creer en Dios.
Con un piano de juguete nos cantaba el pobre pollo, enamorado, de la gallina, francolina… A veces, me concentro bien, y logro recordar su timbre de voz. No he podido recordar su olor, sigo intentándolo.
Sí recuerdo muy bien que a mi me gustaba mucho estar con ella, esa sensación de estar feliz a su lado nunca se me ha olvidado. Con ella no echaba de menos a nadie.
Mi mamá siempre me ha contado sobre la linda persona que era mi abuela. Cómo la gente la quería mucho y siempre llegaban a pedirle consejos. Me atrevo a decir que la Mam debe haber sido uno de esos ángeles que pasan entre nosotros, cambiándole la vida a todos los que tienen contacto con ellos.
El 8 de enero de 1981 en la noche, estaba jugando con mi hermana y mis primos, nos mandaron al dormitorio y nos cerraron la puerta. A mi me dio algo muy raro, ahora entiendo que era angustia, pero en ese momento no lo sabía. Al rato, no aguanté más, y salí. Me siguieron los demás, mi mamá nos atajó a la entrada del living y nos dijo la Mam se fue al cielo, ahora es esa estrella que está allá y nos mostró la estrella más brillante que había.
Lo que vino  para mi fue una sucesión de hechos incomprensibles. A mis casi 6 años, fue difícil entender la magnitud de la muerte. Me llené de preguntas que la vida me fue contestando a medida que fui creciendo. Claro, para una niñita de esa edad era raro que tuvieran a su abuelita dentro de una caja de madera, detrás de un vidrio, donde nadie podía hacerle cariño. Lo más extraño fue que la metieran a ese hoyo en la pared, taparan la entrada con flores y después la dejaran solita. Recuerdo perfecto que no podía entender que nos fuéramos dejando a la Mam, cómo iba a salir de ahí? Seguramente mi papá la iba a ir a buscar después. Los papás siempre arreglan todo.
Pero pasó el tiempo y la Mam no volvió. No recuerdo exactamente cuándo me di cuenta que nunca volvería. Creo que hay una parte de mi que todavía la espera.
Confieso que tengo una envidia enorme de esas personas que han disfrutados a sus abuelas, a mi me hizo tanta falta la Mam y no sólo a mi, a toda la familia.
Quizá por eso es que quiero tanto que la Libe tenga harto contacto con sus abuelas. El espacio entre una nieta y la abuela es una dimensión mágica donde dos mujeres separadas por varias generaciones logran comunicarse y entenderse más allá de cualquier barrera. Esa es una relación tan especial, yo la disfruté muy poquito, pero lo suficiente como para recordarla toda mi vida y querer que mi hija pueda vivirla a concho.
Mam, sé que ahora estás conmigo, acompañándome en esta aventura, tal como lo estabas cuando di la prueba especial para entrar a teatro en la U, o cuando entré a la Catedral de San Pedro, o cuando me casé, o cuando nació mi hija y pasamos el terremoto en la clínica. Siempre te siento a mi lado.  Siempre pienso qué haría la Mam en esta situación? Y trato de hacer lo mejor posible para que te sientas orgullosa de mi.
Aunque pasen 30 años más, no te olvidaremos, hablarán de ti los hijos de mis hijos y seguirás siendo un  ejemplo en la familia. Te quiero mucho!! Feliz cumpleaños!!