MI VIDA EN STUTTGART

martes, 2 de noviembre de 2010

Domingo 31 de octubre

La lejanía del hogar, sea cual sea el motivo, razón o circunstancia,  porque te casaste, porque te independizaste, porque te fuiste al concubinato, porque te fuiste a trabajar a otra ciudad, o a estudiar o porque seguiste a tu marido a otro país construyendo un proyecto de vida, nos despierta nostalgias varias de pequeños detalles en los que antes quizá nunca habíamos reparado. Bueno, no sé si a todos les pasa, a mí sí.
Mi memoria emotiva está a full en estos días. Para quienes no están familiarizados con este término que se usa mucho en el mundo del teatro, al que yo pertenezco dicho sea de paso, memoria emotiva son los recuerdos asociados a ciertas emociones y sentimientos que se despiertan por algún estímulo en particular (¿Si? ¿Se estará revolcando Stanislavsky en su tumba por esta definición?, ay! qué tanto si no estoy dando cátedra de actuación, ya sí también es una técnica, pero aquí la estoy usando una definición de manera más coloquial, punto).
Y por qué está a full? Porque esas pequeñas cosas cotidianas que uno  hace casi sin pensar acá son momentos en los que me he detenido a recordar, o a añorar, no sé pero la saudade como diría un brasilero me inunda en esos momentos y mis sentidos se exacerban buscando llegar al punto más vívido del recuerdo.
¿Qué cosas por ejemplo ustedes se preguntarán? Bueno, primero la música. Siempre ha sido mi más grande fuente de memoria emotiva. Mi vida está cruzada por canciones que cuando las escucho así de repente me hacen volver a épocas pasadas y recordar momentos, personas, situaciones y emociones tan particulares, entonces canto no, no, no noooo, no me puedes dejar así, como un tonto pensando en ti y así en un santiamén estoy en 6º básico en el patio del colegio hablando de Luis Miguel con mis compañeras. Podría hablar de miles de canciones, ustedes podrían agregar otro tanto, ¿de qué canciones se acuerdan, así a vuelo de pájaro, que hayan marcado algún momento de su vida? Piensen y cuenten!
Los olores también son una fuente importante de recuerdos. ¿Quién ha olvidado el olor del sofrito de la mamá cuando empezaba a cocinar algo? Ese olor que inundaba la casa, tan rico, y una de niña pensaba que la mamá estaba cocinando algo super riiiiico y resulta que después eran porotos (a mí nunca me gustaron, por eso los nombro) buuuuuuuuuuuuu, con el hambre que daba ese olor.
Yo me traje un poco de todos mis productos de belleza, como para no comprar durante un rato, entonces cuando los uso no puedo evitar recordar mi baño chileno y mi rutina de baño allá. Cuando me pongo crema en el cuerpo, cuando uso mi shampoo, la pasta de dientes, etc. La ropa está perdiendo su olor chileno, porque ya se está lavando con detergentes de acá, lo mismo pasa con la ropa de la Libe, es como que ahora ella tiene otro olor… debo admitir que me desconcierto un poco cuando la tomo en brazos y siento otro olor, ya me acostumbraré no?
Y los detalles quizá más nostálgicos son esos gestos de otro que a uno le matan, como cuando mi sobrina de un año y tres meses me dijo chao por la webcam y me tiró un besito. Se me hizo un nudo feroz en la garganta, ya chao chao cariños a todos y click corté la llamada después del besito porque se me estaban nublando los ojos muy rápido y no quería que toda mi familia me viera llorar. Es que ahí me acordé que me faltaban dos años para abrazar a mi gente y que cuando mi sobrina me diera un besito iba a estar tan grande… aunque estoy cada día mejor acá, igual dan ganas de llorar a veces…

No hay comentarios:

Publicar un comentario