MI VIDA EN STUTTGART

viernes, 6 de mayo de 2011

Viernes 5 de mayo

UUf, uuuf uuuuf… por Dios que me costó sentarme de nuevo a escribir.
Y no porque no tuviera tiempo, tampoco es que me sobre, pero algo me forzaba a hacerle el quite, no sé qué. No es por falta de cosas que contar, quizá ya no son tan graciosas, porque claro ya conozco más la ciudad, “algo” sé decir en alemán y sería el colmo que después de 6 meses no me manejara en la ciudad.
Creo que tal vez el cansancio o el deseo de sentir que hay tiempo para mi, me llevaba a simplemente no hacer nada cuando el tiempo libre salía del baúl de los recuerdos.
El caso es que ahora me vi sentada mirando mi serie de turno en cuevana.tv, se acabó y cuando iba a empezar a navegar por la red, plum! me acordé de mi abandonado blog, pobre, cómo estará?, seguro que con telarañas, olvidado y hasta, quién sabe, vilipendiado por más de alguno que debe pensar shiaaaaaaaaa y nunca más escribió la flaka! (gracias por lo de flaka)
Pero aquí estoy, frente a la página en blanco, hilando mis ideas, como araña tejiendo.
Y bueno, les voy a contar que nos fuimos a Grecia. Atenas, para ser más específica.
La ciudad en si, la verdad, no tiene mucha gracia. El centro es bien parecido al centro de Santiago, la delincuencia anda por ahí, la contaminación en invierno debe ser media igualita porque las fachadas de los edificios son las típicas de las ciudades de mucho smog, o sea, grises y como sucias. Siendo honesta, nada espectacular.
Pero… pero, el pasado arqueológico… mamma mía!! Dios, es que no hay palabras para describir lo que es estar entre tanta columna y mármol del año de la pera.
Nosotros nos alojamos cerca de la Acrópoli, un barrio bien bonito, onda barrio Lastarria, sólo que con una montaña al medio y un Partenón en la cima.
Desde que uno se encamina a la Acrópoli ya se siente como si uno estuviera entrando en otro tiempo. El camino que está hacia la entrada del recinto lugar tiene olivos por todas partes.  La entrada cuesta 12 euros, y puedes entrar a varios lugares con ese ticket. Lo mejor es que el Coso por ser estudiante de la comunidad europea tenía entrada liberada en muchos lugares. Y en cada entrada un infaltable perro viejo durmiendo, tipo quiltro, pelucón y siempre rodeado de orientales tomando fotos como locos… no habrán perros así en el Oriente?
La cima de la Acrópoli deja sin aliento. Muchos dirán pero si es un montón de pedazos de piedra no más?!!? Nooooooooooooo, o sea, sí, son pedazos de piedra, mármol y restos de construcciones, pero tienen una energía… uuyuyuyuyyyyyyyyy, se siente una cosa rara, es que igual no es menor estar frente a un trozo de historia que existe de hace por lo menos 25 siglos.
Primero está el teatro de Dinonisios, cerrado al público eso sí, hay que verlo desde afuera y desde arriba no más, pero es majestuoso e imponente. Luego están los restos del Palacio, con real mármol (léase “rial”), no se puede tocar, si no, no faltaría el chileno winner que lo raspa y se lleva un pedacito pa´la casa jajajaj! Cuando sales de ahí, cha chán! Al fondo, el Partenón.  Pese a las grúas que hay a su alrededor, lo que se aprecia es esplendoroso.  No pude dejar de pensar en lo avanzada que fue esta sociedad. Esas columnas maravillosas dejan sin aliento. Esa tarde corría un viento tibio, el mar a lo lejos aportaba lo suyo y la ciudad de testigo de mi emoción, de recordar que cuando estaba en 5° básico, estudiando historia, pensé qué increíble debe ser estar ahí… 25 años más tarde, estuve ahí y fue increíble.
Otro día, tomamos un tour por un par de lugares bien interesantes. La primera parada fue en el Canal de Corintio. Precioso, tremenda obra de ingeniería, la vista desde el puente es impresionante. A mi me sonaba tanto Corintio y no podía acordarme por qué. Claro, cuando me bajé en la parada del Canal, por los souveniers que habían en las tiendas caché que era por Pablo, el apóstol del Nuevo Testamento, el de Carta a los Corintios. Eran las reminiscencias de mi época parroquial.
Hicimos una parada en Miscenas, o lo que queda de ella, porque en la actualidad ya no existe como ciudad. Ahí está la puerta del León, hay un museo y la cima de su Acrópoli tiene una vista espectacular del valle. Fuimos a la tumba de Agamenón y de su padre… Yo que me emocioné cuando fui a la Catedral de Freiburg porque era del 1250 dC, y pensé que era lo más antiguo que había tocado en mi vida, bueno resulta que la tumba en cuestión era del 1400 ANTES DE CRISTO!!! Eso sí que es lo más antiguo que he conocido en mi vida… qué sensación Señor Santo estar dentro de ese óvalo en altura metido en un cerro… mi admiración iba en aumento más y más, pero venía lo mejor!!
Y sí, de ahí partimos al Teatro del Epidauro. Un teatro de hace 25 siglos, donde se hacían las representaciones teatrales de aquellos años, que duraban un día entero y el público comía habas y legumbres en sus asientos para no perderse nada de las 3 tragedias y la comedia del repertorio. Público educado, que estando ahí aprendía a ser mejor ciudadano, o al menos, eso era lo que pretendía el estado ateniense financiando estas jornadas culturales.
Lo voy a decir con todas sus letras, sentada ahí, lloré. Con una mano afirmaba a la Libe sentada al lado mío, con la otra me secaba las lágrimas. Es que fue demasiado emocionante. Un lugar para 15 mil personas, que se ha mantenido en tan buenas condiciones, en la ciudad cuna del teatro, ahí nació mi profesión, tan vapuleada y manoseada a veces hoy en día, tan respetada y apreciada en sus orígenes. Y más aun, yo que me dedicado a una rama del teatro que tiene mucho que ver con el bienestar emocional, resulta que ya en esa época, los griegos habían descubierto el poder curativo de una representación teatral… OMG! Si después de los griegos no se ha inventado nada nuevo en el teatro!!
Subí hasta la última fila de asientos, desde la altura me imaginaba cómo serían las representaciones hechas en ese escenario tan perfectamente redondo, la vista era maravillosa, la acústica ni qué decir, hasta el día de hoy es un enigma el por qué hay tan buena acústica ahí. Apostaría a que los griegos lo tenían más que claro, por algo lo construyeron ahí y no en el cerro del lado.
Ahí estaba yo, en el Teatro del Epidauro, tantas veces nombrado por Ramón Nuñez en sus clases, tantas veces leído en el curso de Teatro griego, tantas veces mostrado a mis estudiantes… cómo querían que no me emocionara? Ah?
El último día, nos fuimos al Estadio Olímpico, precioso!! Además que la vista de la ciudad desde sus alturas es tan linda! Se ve desde lejos el Partenón en toda su majestad. Y al pagar la entrada te dan unos audífonos donde escuchas toda la historia del lugar y en español!! Oohhh eso fue tan rico, porque ir del alemán al inglés si bien es agradable, escuchar algo en español fue delicioso a mis oídos. Bien interesante este estadio, si fuera deportista seguro habría llorado aquí, las preguntas infaltables vinieron a mi, cómo miércale esta civilización pudo hacer cosas tan grandes, tan hermosas y tan bien hechas que han durado miles de años.
En general, los griegos son muy simpáticos y amables, y acá sí que todo el mundo habla inglés, o sea, desde el guía de turismo, hasta el garzón, el guardia del metro y el señor que barre la calle o el que atiende el kiosko de la esquina. Impresionante. Y no sólo eso, vimos muchos garzones que nos atendían a nosotros  en español y después se iban a otra mesa y le hablaban a los comensales en francés y más allá se despedían en alemán… nunca he visto algo así en Chile en un restaurante de Bellavista por ejemplo.  Es tan fácil moverse así por un ciudad. Además todos los puntos turísticos en la ciudad tienen cerca una estación de metro. Para los lugares más lejanos, hay agencia de turismo para tirar a la chuña. El metro es super bueno para andar con coches y guagua, todas las estaciones tienen ascensor.
Mención especial merece la comida griega, muy rica, el aceite de oliva es lejos el mejor que he probado en mi vida. La fruta y la verdura con olor y color, años que no me comía un tomate como los del campo chileno en temporada, o sea, rojito, con sabor a tomate y olor a tomate.
SI bien les dije que la ciudad no tiene nada especial, creo que volvería de buena gana a recorrer todo de nuevo. Vale la pena. Les recomiendo que sueñen con conocer Atenas, quien sabe si se les cumple como a mi.
Feliz me pasaría una tarde sentada al pie de la Acrópoli o en el Epidauro, a ver si en eso los dioses del Olimpo me iluminan y al contemplar el equilibrio entre lo bello y lo bueno logro ser una persona más justa, como pensaban los atenienses.


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