MI VIDA EN STUTTGART

lunes, 29 de noviembre de 2010

Lunes 29 de noviembre

Uf! Esto de ser mamá me está consumiendo todo el tiempo, agreguemos a eso el fin de año, o sea, proyectos que rendir, proyectos que crear (sí, porque muy en Alemania estaré pero sigo haciendo cosas en Chile), cosas que redactar, casa que mantener (no olviden que soy dueña de casa con todas sus letras), marido que atender (pero que es super ultra colaborador) y vida que hacer, porque una no puede olvidarse de una misma, resultado de esta sumatoria: imposible publicar en mi blog.
Y el viernes pasado por hacer mi vida no pude publicar. El Coso llegaba temprano de la U ese día y justo mi amiga Vero me invitó a un panorama de tarde que sonaba entretenido. Fuimos al mercado de Navidad que se instala en el centro de la ciudad.
Me fui todo el camino al Ubahn elucubrando diversas teorías sobre por qué afuera de las casas había un recipiente redondo, de plástico, con imágenes de zapatos y chaquetas. Me dije, le voy a preguntar a la Vero cuando nos juntemos, mmmjj, se me olvidó, así que no les puedo contar para qué son eso tarros.
Ya en el Ubahn, en una estación se sube una pareja de dos hombres, riéndose y conversando muy normal. Pero cuando se cerraron las puertas del carro, como que se transformaron cual Dr Jekyll y Mr Hyde y de la risa pasaron a una seriedad de soldado alemán, sacaron unas credenciales y caminaron por el pasillo. Si hubieran visto la reacción de la gente, también se habrían asustado un poco, todos más que rápido buscaron algo. Qué era? El ticket de viaje. Yo les había contado que acá nadie controla que uno pague al momento de subirse a la locomoción colectiva, pero para eso están el Dr y su Mr.
Yo también rauda y veloz busqué mi ticket, no sin antes  sentir un apretón de guata gigante porque más de una vez me he subido y no he marcado el pasaje. Siempre que voy con la Libe, subo y lo primero que hago es ubicar el coche y frenarlo, pero resulta que en esa simple acción ya después, cuando está listo el coche, me olvido de marcar el ticket y siempre me acuerdo a la bajada. Aaaaaaaah! Pensé cuando vi a estos señores en el carro, menos mal que hoy entre derechito a cumplir con mi deber ciudadano, que susto que te pillen, qué me habrían hecho? El no hablar alemán y hacerme pasar por turista, me habría salvado? Nooooooooo, son implacables esos tipos me dijeron después, nada los convence, pasan la multa si  o si. Shuata shuata!!
Cuando me junté con mi amiga, lo primero que me dijo fue viniste soltera sin compromiso!! Oh! Ahí me di cuenta que esta era mi primera salida social sola, algo así como mi primer carrete, a la una del día, pero carrete al fin y al cabo. Y nos fuimos por el mercado a juntarnos con otras amigas de mi amiga Vero.
Sólo tengo dos palabras para describir lo que vi en ese paseo: IM-PRESIONANTE NO?.
Los puestos del mercado eran de madera, como unas pequeñas casitas, muy simples, pero que en el techo tenían cual más cual menos, unos adornos espectaculares, viejos pascueros moviéndose, peluches gigantes, muñecas de loza, trineos que avanzaban y retrocedían, enanos, chimeneas, etc. Dios mío, qué adornos! Cada puesto era un escenario instalado listo para la foto en su techo. Precioso.
Debo decir que acá da gusto ver viejos pascueros con sus trajes de piel, aunque sean sólo muñecos, porque con el frío que hace uno no piensa oh! Pobre abuelito debe estar muerto de calor (en el mejor de los casos y educadamente) como en Chile.
Los puestos venden de todo lo que puede vender una feria artesanal de cosas típicas. Lo mejor de todo, el glüwein, algo así como un navegado chileno. Yo, como doy pecho aun, tuve que tomar la alternativa sin alcohol, el kinderpunsch, riiiiiiiiiiiiiico!! Calientito y lo venden en unos tazones bien bonitos que si uno quiere lo compra.
Éramos un grupo de puras mujeres, que en torno a una mesa alta y redonda, nos reíamos a carcajada limpia de todo lo que se puede reír un grupo de féminas con glüwein en sus manos. Cuando el frío pudo más, nos fuimos a un café, a seguir riéndonos.
Como mi hija cena a eso de las 6, me tuve que ir, pero caminando entre medio del mercado justo empezaron a prender las luces de los puestos. Me emocionó el espectáculo. Me sentí como una niña mirando con la boca abierta algo muy muy muy espectacular. Qué ganas sentí de ver un viejo pascuero para ir a conversar con él. Varias navidades de mi infancia pasaron por mi cabeza en un segundo y me ría sola parada al medio de la calle mirando en todas direcciones.
Tengo que volver con la Libe, a ella esto le va a gustar pensé y me fui al Ubahn.

Ps: no prometo fecha de nueva publicación, la Libe y su resfrío me tienen copada.

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