MI VIDA EN STUTTGART

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Miércoles 17 de noviembre

Mi depto aun está a medio amoblar. Pero el calor humano lo ha ido transformando de a poco en hogar. Eso y algunas fotitos que puse para que la Libe vea siempre a su familia. También tenemos una plantita, un altar con una cruz del siglo 18 y unas alfombras pequeñas que nos regalaron los vecinos del tercer piso.
A un mes de mi llegada a esta ciudad, hoy teníamos la hora en extranjería para solicitar la prórroga de nuestra visa, la de la Libe y la mía. A eso de las 11 de la mañana partimos los tres, caminando por nuestra calle, conversando de trivialidades con el Coso, observamos que afuera de varias casas había cosas botadas, cosas grandes, entiéndase, muebles.
En capítulos anteriores ya les conté las costumbres de acá, dejar las cosas afuera, en la calle, para que se las lleve la basura, pero también pueden ser llevadas por gente que no tiene esos muebles, por gente pobre o inmigrantes, como yo.
Entonces cuando vi semejante espectáculo frente a mis ojos uuuuhh! dije yo, esta es la nuestra!! El Coso me dijo sí po, si de acá anoche saqué la silla y el carrito, pero ahora hay hartas más cosas. Ah! de veras dije yo. Anoche el Coso llegó medio mojado por  la suave lluvia que cayó todo el día, y venía con un carrito como de feria, pero más moderno, bonito, como los que se usan acá (porque ya les conté que acá los supermercados no dan bolsa) y con una silla-sillón metálica, no muy bonita, pero nada que un buen cojín y algún toquecito no puedan arreglar. Todo húmedo, así que se quedaron fuera de nuestra puerta para ser limpiados mejor. Bieeeeeeeeeeeeeen! Teníamos medio living y chao mochila gigante para ir al super.
Hoy, había varios sofás, de hecho, había un living entero, yo ilusionada buscaba lo que tanto le he pedido a Diosito. Claro, porque una cosa es que una decida vivir con austeridad y recato económico y otra es que una quiera tener ciertas cosas para sentir que vive en un “hogar”. Mirando rapidito, porque íbamos a otro lado y no podíamos perder la hora, buscábamos qué podía servirnos entre tanto cachivache, sillas, mesas, alfombras… cuando de repente lo vi, lleno de cosas encima de él, ahí estaba… mi flamante sofá cama. Perfecto, hasta con rueditas. No voy a decir que el tapiz era muy bonito, pero era un sofá cama!!!!
Aaah! No, qué maravilla, pero qué rápido está Dios por estos lados. Ya, dijimos, vamos y a la vuelta vemos cómo lo llevamos.
Y nos fuimos, cada uno pensaba cómo hacer para llevarlo a la casa. Tú crees que podamos llevarlo entre los dos, me decía el Coso… mmm difícil, ¿qué hacemos con la Libe y su coche?. Yo mientras, imaginaba con qué color podía cubrirlo, comprar un trozo de tela y hacer un seudo pareo para adornar bonito, cojines y todo. De repente una voz dice: Frau Gómez, mi turno en extranjería y vamos a lo nuestro.
Hasta ahí, yo feliz con mi living nuevo, un sofá cama significaba además la apertura oficial de la temporada de visitas, porque hasta ahora ¿dónde hacía dormir a quien viniera a verme? En el suelo? nooo, muy rasca.
Venía yo de vuelta de extranjería subiendo por la calle, contenta porque con el Coso habíamos llegado a la conclusión que la única forma de llevar el mueble a la casa era esperar a que él volviera de clases y pedirle al vecino que nos ayudara. Perfecto el plan. Total, generalmente las cosas pasaban un día botadas antes que se las llevaran. Cuando de repente me fijo que la esquina, que a la ida estaba llena de estantes, ahora estaba vacía. Y escucho unos ruidos… pongo atención y claro! Era el mismo ruido del camión de la basura, mis peores temores me invaden, apuro el paso con el coche a cuestas, llego a la esquina, miro hacia donde estaba mi sofá cama y… nooooooooooooooooooooooooo unas fauces naranjas se lo tragaban sin pudor, se rompía como quien corta un papel y desaparecía hacia el interior del camión de la basura.
¿Por qué? ¿para qué? Me pregunto yo Dios me hizo ilusionar con mi sofá cama. Qué debo aprender de esto? Yo siempre trato de sacar lo positivo de las situaciones, pero ahora les juro que no lo veo por ninguna parte. Es como un chiste cruel, ¿no creen?
Pucha oh! Yo quería ese sofá. Y más encima mi instinto masoquista me hizo cruzar la calle para pasar por el lado del camión recolector y justo detrás había otro camión de una tienda de muebles y estaban bajando y entrando en la casa el medio living nuevecito!! Como sacándome pica los señores bajaban un sillón tan bonito… aaahhh! Quería llorar, de verdad, tenía el tonto nudo en la garganta.
No era para nosotros, ya llegará el nuestro, me dijo el Coso, cuando le conté todo por mensaje de texto. No se vale, yo quería ese sofá.

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