MI VIDA EN STUTTGART

sábado, 13 de noviembre de 2010

Sábado 13 de noviembre

Hoy quiero contarles la historia de Noa.
Noa era una profesora de pintura. Artista total. Amaba lo que hacía, no fue fácil el camino que tuvo que recorrer para llegar a ser todo lo que quería y siempre soñó, pero con mucho esfuerzo ella lo logró.
A su vida un día llegó la cuncuna amarilla, Pepita. La vida de Noa dio un giro. Nada antes le había tocado tanto el corazón como esa cuncunita, nunca había sentido un lazo tan fuerte y un compromiso tan profundo con alguien, así que se prometió a sí misma y a Pepita que siempre haría todo lo posible para que ella fuera feliz.
La vida siguió su curso, Noa y Pepita eran amigas, eran felices, lo pasaban muy bien. Un día Noa le preguntó a Pepita que quería ser cuando grande. Pepita le dijo yo quiero ser igual que tú, quiero pintar igual que tú.
Noa se estremeció frente a aquella revelación. Pepita lo había dicho con tanta convicción, con tanta alegría e ilusión… el impacto que Noa sintió con la declaración fue tan potente que no podía ignorar esa invisible responsabilidad que se había instalado ahí, en sus manos, en su vida, en su historia.
Entonces, Noa comenzó a enseñarle a pintar a Pepita, pero al cabo de un tiempo, se dieron cuenta que podía ser mucho más entretenido si invitaban a otras cuncunas a pintar juntas.
Así lo hicieron. Las cuncunas pintaban felices dos veces por semana, aprendían rápido pensaban Noa, son tan profesionales, lo disfrutan tanto, realmente les gusta mucho pintar. Sí, hacer esto vale la pena.
Y es que Noa se cuestionaba, a veces, lo que hacía con las cuncunitas, porque tenía tantos problemas con las bichas grandes, que eran las cuidadoras de las cuncunitas. Estas señoronas de vida vacía se complicaban por todo.
El principal problema que Noa detectó, es que las bichas grandes siempre le habían enseñado todo a las cuncunitas y ahora sus nenas estaban aprendiendo algo nuevo en lo que ellas no tenían arte ni parte. No sabían pintar y ya no iban a aprender, no al menos con la actitud que tenían para moverse por la vida. Por esto, las bichas se entrometían en todo sin ni un respeto por las cuncunitas ni por Noa. Y la verdad es que a las señoras no les importaba mucho lo que las cuncunitas aprendían, ellas sólo querían mantener el control total que siempre habían tenido en la vida de las preciosas chicas. Era una cuestión de poder.
Por esto, sin ningún miramiento las bichas hablaban mal de Noa, la pelaban descaradamente y luego la saludaban con todo el cinismo que podían ostentar. Ay! Qué se cree esta mujer, piensa que conoce mejor a las cuncunas que nosotras, que puede enseñarles sin nuestra ayuda, mejor que nosotras, sin nosotras ella no es nada, sin nuestro apoyo las clases no se podrían hacer… Hola Noa, cómo estás, qué bueeeeno, cuídate linda.
Junto al poder,  también estaba la  ignorancia. Y esa mezcla es fatal. Cuando Noa se dio cuenta que ese era el meollo de todo el asunto, volvió a pensar en el día que vio por primera a la cuncuna amarilla Pepita, volvió a sentir cómo se movía hasta la última fibra de su corazón y sacando fuerzas de ese momento optó por no hacer caso a las bichas grandes. Total, ellas no le hacían ni un favor llevando a las cuncunitas a pintar. Y no importaba que tampoco se dieran cuenta de eso. Su norte era Pepita, mientras ella quisiera seguir pintando, Noa haría hasta lo imposible porque la cuncunita lo lograra.
Por Pepita, Noa seguiría derribando puertas, abriendo espacios nuevos y buscando la mejor manera para que la cuncunita aprendiera y algún día llegue a ser una pintora profesional.
No fue fácil para Noa todo esto. Muchas veces lloró de rabia, de dolor y desilusión. Pero su alma de artista la salvó, su sensibilidad la sacó a flote para no perder el norte. Buscó ayuda y encontró buenos aliados, ya no está sola con Pepita y las cuncunas. Ahora pintan unos murales preciosos, que sacan muuuchos aplausos.
¿Y saben qué? Mientras Noa me contaba esta historia, justo en la radio tocaron una canción que fue como una señal, saber que se puede, creer que se pueda, quitarse los miedos, sacarlos afuera, pintarse la cara color esperanza, tentar al futuro con el corazón…
Vale más poder brillar que sólo buscar ver el sol… que las bichas grandes sigan buscando ver el sol, Noa y sus cuncunas por Dios que brillan!... yo puedo dar fe de eso.

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