MI VIDA EN STUTTGART

lunes, 20 de diciembre de 2010

Lunes 20 de diciembre

Uf! Que hace rato que no escribía… el tiempo libre no es tanto mi amigo ahora, pero ganas no me faltan.
A ver, en estas dos semanas han pasado hartas cosas, creo que lo más interesante de contar son las visitas a los mercados navideños de la ciudad. Son alucinantes!! Si me quedé con la boca abierta con el del centro de Stuttgart, uuuyyyy los otros no tenían nada que envidiar, preciosos, tan adornados y la verdadera ooooh! Blanca navidaaaad!! se despliega en todo su esplendor por acá, le da un caché especial.
En Esslingen hay una parte del mercado que es de estilo medieval, y con estilo me refiero a que las tiendas, lo que ofrecen y quienes atienden están como sacados de otra época, entrar ahí es como transportarse en el tiempo. Hay tiendas que ofrecen pócimas de todos colores y sabores, otras que tienen ropa a la usanza medieval y hay también unas tiendas de juegos de aquellos siglos. Eran bien ingeniosos los hombres de antaño fíjense! Un juego que vi consistía en reventar huevos con una bolita de acero. Sobre un tronco ponían el huevito y a cierta distancia uno tiraba la bola y había que achuntarle al huevo. Claro, super simple dirán ustedes, cuál sería la gracia ahora? Ninguna tal vez, pero piensen el juego hace mil años… apostaría a que eso viene de los griegos, de antes de Cristo, si después de ellos no se ha inventado nada nuevo!!, pero no me atrevo a asegurarlo. Sólo les puedo decir que me pareció un juego muy simple y entrete.
Cuento a parte eran los personajes que circulaban por este mercado. Era como estar en una película de Harry Potter o El señor de los anillos. Sí, uno miraba a la derecha y pasaba Hagrid, después te encontrabas con la profesora Mc Gonagall, un poco más allá vendiendo glühwein estaba Legolas, eso sí, por más que busqué a Aragorn no lo encontré. Ya veía que de repente me saltaba por la cabeza Gollum y me decía: my precious!!
La indumentaria de la gente era tan bonita, las tiendas tenían, en algunos casos,  los aparatos con los que confeccionaban las cosas, o sea, si yo alucinaba en Chile con una máquina de coser antigua, acá casi se me salieron los ojos mirando esos artefactos milenarios. Capaz que las cosas eran muy nuevas y yo juraba que tenía ante mi algo de hace 10 siglos por lo menos, pero bueno, lo gocé y fui feliz mirando todo eso. Para qué ser tan descreída digo yo? Si era pura ilusión, qué más da, la construyen bastante bien para un ojo inexperto como el mío
A Ludwigsburg llegamos un domingo en la mañana, nevando a full, precioso espectáculo. Claro que yo había leído que era un mercado navideño barroco y no sé si yo definitivamente no conozco el barroco o qué, porque no entendí dónde estaba ese estilo en el mercado, ignorancia pura digo yo, no creo que acá haya publicidad engañosa. Quizá el entorno, la iglesia, los edificios que rodean la plaza donde está el mercado, en fin, vaya uno a saber qué sería lo barroco en esto.
El mercado tenía lo típico de todos los mercados, artesanía, puestos con mucho adorno, chocolates, comida típica y mucho glühwein. Este trago es como un navegado chileno, es tan rico! Yo estoy adicta a él y ahora que dejé de dar pecho, uf! tomaría todo el día!!
Entramos a un café a tomar algo y a darle el almuerzo a la Libe. Me comí un kuchen… ayayayyy de padre y señor mío!! Cada vez que pienso que ya no puedo probar algo más rico, paf! aparece un nuevo pastelito con sabores y texturas que me dejan marcando ocupado. Por Dios que hay cosas ricas por acá. O sea, el Café Vienés del Cajón del Maipo es riquísimo, me encantan sus pasteles, pero acá son 10 veces más deliciosas las cosas que he probado. Así como voy, comiendo como vaca tanta galleta, chocolate y pasteles todos los días pienso que mi apodo de “la flaka” va a terminar siendo un chiste cruel, sumémosle a eso que terminó mi fase de lactancia… ah! no, mejor cambiemos de tema ya?
Bueno para terminar, una anécdota, de esas que a nosotros no nos pueden faltar por acá.
Nos vinimos del mercado de Ludwigsburg a la estación de trenes. Al llegar vimos que nuestro tren llegaba en 6 minutos y eso es 6 minutos. Así que nos apuramos, riéndonos y comentando que ojalá no apareciera ninguna viejita lenteja que nos retrasara. Primero pucha que me costó comprar mi boleto, no entendía las indicaciones de la máquina y eso que estaban en español, pero era tan rara la traducción.
De ahí, nos fuimos al ascensor, mejor vámonos por las escaleras, mira que los ascensores de esta estación son raros, nooo que va a pasar, si ya estamos aquí mismo y ahí arriba está el andén. Ya poh, toca el botón… mmmm por qué se demora tanto en bajar el ascensor? Si el caballero entró rápido, cómo se iba a demorar en bajar?. Como buenos chilenos insistíamos tocando mil veces el botón al ver que el ascensor no bajaba y parecía no haber nadie entrando. Ya ahí viene. Entramos, vamos subiendo, riéndonos de las cosas extrañas que siempre pasan en esta estación, cuando de repente tum! El ascensor se detuvo en la mitad del piso.
En segundos sentí mi corazón en la boca, qué onda, qué pasa Coso, toca el botón, por qué no se mueve, toca la alarma. Se está moviendo, y por qué baja. Yo apretaba con mis manos el coche de la Libe, ay! Dios mío sácanos de aquí por favor. El ascensor empezó a bajar muuuuy lento. El Coso tocó la alarma, aló, si, no hablamos alemán, habla ud inglés?, estamos atrapados en el ascensor, está bajando demasiado lento, no sabemos qué pasa. Y por fin, llegó al suelo y se abrió la puerta. Más de un minuto para moverse dos metros. Ya, vamos por las escaleras no más. Nunca más me subo a un ascensor en esta estación, si está maldita!!!
Obviamente perdimos el tren, tuvimos que esperar 15 minutos más. La Libe ahí recién despertó.

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