MI VIDA EN STUTTGART

domingo, 14 de agosto de 2011

Violencia, violencia de verdad (título de Ariel Rivera Becker)

Este relato lo encontré en Facebook. El autor es el hermano de una amiga. Quedé horrorizada luego de leerlo, y creo que esto debe difundirse por dos razones: porque hechos de violencia así no pueden quedar impunes y porque la actitud de quien narra tambien debe difundirse.

Cuando veo que hay seres humanos intentando cambiar Chile junto a  otros que siguen sólo mirando por sus propios intereses, quiero creer que los primeros pueden ser mayoría... y este relato me devuelve la esperanza.

Se los dejo, y si les parece, háganlo correr, después de todo, estas redes también aportan. No nos quedemos de brazos cruzados, que no nos gane el individualismo, grande Aron!!
Nadia

El día 9 de agosto viví algo a lo que aún no sé como enfrentar. Estaba en la marcha de los estudiantes en el parque Almagro. Me encontré con un compañero de universidad, menor que yo, y mientras conversábamos, carabineros arremetió con caballos. Nos pusimos de pie y nos acercamos al parque. Allí, luego de un rato, encontramos a un chico con un corte medianamente profundo encima del ojo. El joven, se veía algo aturdido. Con otra gente lo intentamos ayudar, unas chicas le lavaron el ojo. Le pregunté que te pasó. Yo esperaba una respuesta como ‘me caí corriendo’. Pero no, me dijo ‘me pisó un caballo’. Debo admitir que al principio no entendí o no me hice cargo de lo que me decía. ¡Me pisó un caballo! Pronto empezó a aparecerle un hematoma en la frente. Le seguí preguntando y resultó ser menor de edad (por eso y por otras razones no daré su nombre). Decidimos junto con mi compañero de universidad llevarlo a la posta. Fuimos caminando una posta cercana. En la posta nos dicen que no lo van a atender por que ‘no tiene ficha’. Lo repito, me dijeron que no lo atenderían por que NO TIENE FICHA. Yo en realidad quería mazamorrearlo, pero dijeron algo interesante. No tenemos radiología, mejor llévelo a la posta central. Me pareció, dentro de toda la locura, que una buena atención sería necesaria. Entre tanto, fuimos enterándonos más. El caballo no solo le había pisado la cara (ese era el hematoma que se le estaba formando), además le había pisado la espalda y una pierna. ¡Un caballo! Yo lo oía. Era un niño. Muy introvertido. Yo no sabía que responderle. Vamos! Era inverosímil, le había pasado un caballo por encima se había parado corrió al parque y se desplomó varios metros más allá de donde le había pasado un caballo encima. Y quince minutos después se iba del parque caminando. La verdad, yo estaba muy preocupado. Les dije a ambos que tomaríamos un taxi e iríamos pronto a la posta central. El niño empezó a señalarnos que le empezaba a doler la cabeza. Claro había tenido una herradura y dos animales encima de su cabeza. Yo no lo creía. Los carabineros van a caballo pisoteando niños. Llegamos a la posta central. Un lugar lúgubre donde no se podía hablar por el ruido de las reparaciones que estaban haciendo en la parte de urgencia. Un ruido constante y molesto. Les digo que se sienten. Que yo me hago cargo. Me acerco a un modulo donde personas atendían lentamente. Con una parsimonia enfermarte. Era lento y por el ruido que había se acercaban a la ventanita para poder escuchar algo y pausadamente volver a un computador donde, me imagino, jugaban solitario. Era de locos. Quería gritar –Ando con un niño que le pasó un caballo por encima-. Pero el ruido era tal que dudo que yo me hubiese escuchado. Finalmente logro conversar con alguien. Le pido en carnet al chico y espero pacientemente. Hasta que me empieza a preguntar -¿cuál es su número de teléfono?-. Yo solo pensaba por favor atiéndalo y después me pregunta eso. Luego me decía -¿y cual es su dirección?- . Eran minutos y minutos de una señora que pareciese estuviese llenando un puzzle. Yo la oía y pensaba que si fuera mi hijo no sé como hubiese reaccionado. Tenía rabia. Mientras miraba esa mujer mayor, a quien no le importábamos. Finalmente me pasa un papel y me dice que lo firme. Yo le dije no. Me dijo que el tenía Isapre entonces yo debía firmar algo que era equivalente a 20.500 y que a eso se le debían sumar los exámenes que se le hiciesen. A mí la cara se me desarmó. Debo haber vociferado y aleteado por que mi paciencia no daba para más. Pero no daba. Tenía un chico sangrando (su ojo seguía sangrando) y con un caballo que le había pasado encima y no quería atenderlo a menos de que me comprometiera a pagar. En la posta. Un niño. Luego le intente explicar que yo no lo conocía a él, que solo quería que lo atendiesen. Y la señora se paró y le empezó a decir a él que firmara. En la posta central una funcionaria se acercaba a un niño sangrando y con dolor para que firmara un papel para que recibiera atención. Atención de salud en una emergencia. Yo le empecé a decir que como se le ocurría hacer algo así que él era menor de edad y no podía estar pidiéndole algo así. A lo que me miró con desprecio y se fue. ¡Se fue! Se fue dejando al paciente en la sala de espera. Llame a un compañero más viejo y me dijo que él intentaría mandarme un abogado y que le pidiera el nombre y el rango a la funcionaria. Fui y le dije, déme su nombre y su cargo. Me miró con infinito desprecio, me dijo que no lo haría y no me volvió ni a hablar ni a mirar. No me miraba. Yo no entendía, no tengo 13 años. Quería creer que fuese una broma pero la verdad era que tenía un cabro herido y la funcionaria no me miraba. Ahí pensé que tenia que subir esto y hable con otra chica para que me mandaran con quien estuviese a cargo. Me pasee por la posta (poniendo cara de póker para entrar a cualquier parte). Hasta que finalmente me encontré con la funcionaria a cargo. Yo entro a su oficina y empiezo a hablar rápida y tupidamente de lo que pasaba. Ella mi miraba con un sosiego aterrador y en vez de dejarme seguir hablando me dice algo así como –relájate, siéntate-. No creo haber oído en mi vida a alguien que fuese tan calmada. Yo le contaba la historia y a ella parecía resbalarle. Me dijo que permitiría que lo atendieran sin firmar pero que -alguien firmara después-. La verdad el ‘después’ me daba lo mismo. ¡Atiéndanlo! Volví y la señora (que no me miraba ni me hablaba) logro darme el documento necesario para entrar (sin hablarme ni mirarme, reconozco que no fue fácil). Debo admitir que esta altura había pasado por lo más de una hora y ya tenía la impresión de que le sistema público era un asco. Sin embargo, luego de la odisea casi me sentía como orgulloso –Había logrado que atendieran a un menor de edad accidentado en un sistema público de salud.- O sea, había obtenido algo lógico y que obviamente debían darme. Estaba enojado y solo pensaba en el herido. Yo creo que a los menores de edad hay que protegerlos lo más posible. Yo aún no me compro que él haya sido tan callado. Yo creo que seguía shokeado por lo que le había pasado. Cunado volví con la nota para que lo atendieran, me encontré con que habían llegado sus padres. Les dije mis impresiones. Les desee suerte, y les repetí que por favor constataran lesiones. Les di mi número, yo tome el del niño. Me dieron las gracias. Y les dije que tenia toda la intención por lo menos denunciar el hecho por que me parecía gravísimo. -Sin embargo, la decisión es de ustedes- les decía, sin parar de señalarles que era bueno que se supiera por que esto no era permisible. Nos fuimos y eran algo así como las tres de la tarde.

Considero que el tema prensa, en un caso como este, es de vital importancia. Sin embargo, desconozco como poder hacer de la opinión publica la situación. Por eso utilizo este medio. Asimismo hay dos puntos que son los más relevantes. Primero: no murió por que tuvo suerte. Solo por eso. Y segundo: El carabinero culpable tiene que hacerse cargo. O, preferentemente, quien lo mandó, debe hacerse cargo. Atención a que no podemos, pero por sobre todo, no debemos, dejar que estas situaciones nos sean indiferentes. No podemos quedarnos de brazos cruzados ante algo así.

Finalmente respecto al tema de la atención publica. A eso de las siete de la tarde me encontré con uno de los abogados que podría ayudarnos. Él me pasó su teléfono y me señaló que llamara al chico herido en la protesta. Cuando lo llamé le pregunte si efectivamente había pedido constatar lesiones. Me respondió –Aron. Aún no me atienden-.


Saludos cordiales
Aron Ariel Núñez Becker

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